Manuela Solís Clarás, primera médica valenciana.

 



Manuela Solís Clarás nació en Valencia en 1862, en el seno de una familia culta y acomodada.

A finales del siglo XIX, las mujeres se encontraban en plena lucha pidiendo mejoras en sus condiciones laborales y derechos, como la educación y el voto. Había que votar para poder formar parte en la redacción de las leyes, que controlaban a las mujeres y les negaban visibilidad, restringiendo su actividad al ámbito doméstico.

En estas últimas décadas, la situación empieza a cambiar y, progresivamente, las mujeres van accediendo al ámbito de lo público: trabajo, enseñanza, universidad, política.

Manuela fue de las primeras mujeres en cursar el Bachillerato, que finalizó con excelentes notas que le permitieron acceder a una educación superior. Como otras mujeres de entonces, eligió medicina, que estudió de 1882 a 1889, consiguiendo licenciarse con magníficos resultados en sus calificaciones.

Me ha resultado muy curioso conocer que, en su época, las mujeres no tenían un acceso reglado y normativo a la enseñanza superior. Era necesario pedir autorización al Consejo de Ministros para inscribirse como alumna oficial porque sin esta autorización sólo se permitía la asistencia a centros privados. No fue hasta 1910 cuando se estableció legislativamente el derecho y la igualdad de mujeres y hombres para el acceso a todos los niveles educativos.

Terminada su licenciatura, Manuela decidió ampliar sus estudios en Madrid donde se doctoró en en ginecología.

Posteriormente, marchó a París para seguir estudiando e investigando. Allí lo hizo con prestigiosos doctores, como Pinard, Tarnier y Varnier, conocidos por sus avances en su especialidad y por la invención de instrumentos ginecológicos que llevan sus nombres.

Temporalmente volvió a Valencia, con todo el bagaje de conocimiento adquirido, donde se estableció como ginecóloga obteniendo gran aceptación entre las mujeres de la alta sociedad.

Pero acabaría instalándose en Madrid, compatibilizando las tareas clínicas con la investigación, fruto de la cual surge su libro titulado “Higiene del embarazo y de la primera infancia”. Ramón y Cajal, que había sido su maestro, fue el encargado de escribir el prólogo.

Este libro nació con el objetivo de instruir a las futuras madres sobre su salud y la del niño, dotándolas de conocimientos básicos y explicando conceptos de forma fácil y comprensiva.

Por otro lado, cabe destacar que su actividad clínica no solo fue privada sino que tuvo también un carácter social y de voluntariado ya que ayudó a mujeres sin recursos atendiéndolas como “tocóloga” en instituciones públicas y asilos.

Gracias a toda esta labor tanto científica como social, en 1906, fue elegida miembro de la Sociedad Ginecológica Española.

Manuela Solís falleció en 1910, a la edad de 48 años. Esta muerte temprana para nuestra época, no le impidió tener una inmensa y fructífera trayectoria profesional reconocida, que sería envidiable incluso hoy en día.

Presumo la importancia que pudo tener Manuela Solís y las primeras médicas y ginecólogas para las mujeres. Contar con doctoras que pudieran tratar sus dolencias específicas y no solo con doctores debió de ser un gran avance. Aunque, en aquel entonces, estaba muy mal visto trabajar y se consideraba que el criterio de una mujer tenía menos validez que la de un hombre, Manuela no cejó en su empeño y no sólo consiguió ser pionera en realizar sus estudios sino que pudo seguir formándose hasta alcanzar la excelencia en su saber.

Me ha gustado mucho su historia por este aspecto de superación ante la adversidad y de perseverancia en seguir, seguramente, su sueño.

Desafortunadamente, un hecho que me entristece, es ser consciente que tener al alcance un ginecólogo, el derecho fundamental de salud pública, es muy reciente y que las mujeres de generaciones anteriores que no formaban parte de esa élite social o adinerada, no tenían al alcance estos cuidados que hoy en día son indispensables y básicos.

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